LA PIEDRA QUE RESPIRA
Después
de una larga carrerita por el campo y de unos cuantos estiramientos, tiendo a
relajarme meditando cara al sol y escuchando los sonidos de la naturaleza. En
la meditación mi mente siempre converge con el Universo, pero esta vez, no
quiero escribir el resultado de la relajación, si no lo que aconteció después.
Terminado
todo este ritual, mi compañero desesperado por mi tardanza, me reclamaba
reiteradas veces para que nos fuéramos del campo. Quería irme, pero no
podía, algo me retenía. Una energía extraña emanada de un lugar no muy lejos de
donde me encontraba, impedía mi marcha.
Me
acerqué, para observar qué pasaba. Hecho poco habitual en mí, pues, por norma
intento no hacer mucho caso de todo lo que veo o siento, porque si lo hiciera,
las 24 horas del día las usaría en observar las múltiples dimensiones.
En
fin, una vez en el lugar, observé una gran piedra. No tenía nada de especial, y
ya, la había visto antes. El problema era, que la piedra respiraba. Una
respiración lenta y profunda, como induciendo a un suave letargo.
Miré
a las piedras de alrededor, y de momento ninguna respiraba. Sólo esa, mantenía
una respiración rítmica y relajante. Parecía, que con cada respiración, la
piedra se elevara y se desinflara, como le ocurren a nuestros pulmones.
El
tema, cada vez me asombraba más y más, pero el colmo fue cuando de repente
escuche una voz que salía de la misma.
Soy
un oso. Antes vivía aquí. Ahora tengo sueño y voy a invernar.
La
verdad, es que siempre en primavera y verano, se ven varios osos en el astral,
paseándose por el campo. Pero lo que nunca me hubiera imaginado es que se
metieran dentro de una piedra para invernar, como cuando estaban vivos.
“Cuando
estamos muertos y no pasamos de dimensión, hacemos los mismos hábitos que
en vida”.
No
pude acabar la conversación con el oso, la piedra, o los dos a la vez. Pues la
verdad es que el tiempo transcurrido me estaba quitando la mañana. Arrastrando
mi cuerpo material me fui de allí cuanto antes, intentando cerrar los ojos y
los oídos para conseguir llegar a casa a la hora de la comida sin más
entretenimientos.
En
el camino de vuelta reflexioné, cuanta razón tienen los indios al contemplar
las montañas como templos sagrados de almas. Es curioso ver como ciertas
montañas y piedras tienen formas humanas o de animales.
Nada
es por casualidad, seguro que bajo esas formas, descansan espíritus con
tanto amor hacia la Tierra, que se sienten incapaces de abandonarla,
prefiriendo morar para guardarla.
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