Es curioso, como en el mundo
energético, el efecto normalmente viene antes que la causa, o la reacción antes
de la acción.
Probablemente sea porque
todo está predestinado en el tiempo y el espacio; desde esta perspectiva, la mayoría de las veces nuestra huella en la
arena se marca un segundo antes de pisarla.
El hecho fue, que una mañana
rutinaria, me dispuse a realizar mi tabla de ejercicios al aire libre. Una vez
acabada, el aliento se entrecortaba de tal forma que no me quedó más remedio
que flexionar el tronco para ayudar al diafragma en la regulación del ritmo
respiratorio.
Una vez normalizados mi
corazón, pulmón y demás. Me percaté del día tan esplendido que hacía.
El Sol brillaba radiante en
lo alto, alegrando mi corazón, la brisa movía las hojas de los arboles con un
suave lenguaje adormecedor, que mis oídos disfrutaban cada vez más y más.
Ante este espectáculo, no me
quedó más remedio que someterme al
encantamiento de la naturaleza. O lo que es lo mismo, me dispuse a meditar,
pues el entorno, no perdonaba. La naturaleza gritaba de emoción. Quería
comunicarse a toda costa.
Por norma mis meditaciones
suelen durar entre 30 o 40 minutos. Pues bien, ese día duró entre 30 o 40
segundos.
Nada más ponerme en postura
de loto, en mi mente se dibujó la tierra, y cómo en una zona de la misma, muy
cerca del ecuador, aparecía en la atmósfera una mancha energética roja. La cual
recalentaba la corteza terrestre del lugar, provocando con el tiempo
terremotos, erupciones, maremotos, etc.
Al instante mi consciente
oyó un disparo, y energéticamente vi como ese disparo realizado muy cerca del
lugar donde me encontraba, se unía mediante un hilo conductor a esa mancha
roja.
- ¡CAZADORES! – Pensé.
¡Que terrible! No sólo muere
un animalito inocente, sino que energéticamente impacta la atmosfera sometiendo
a la tierra a posibles terremotos y desastres naturales.
El cazador que alegremente
camina por el campo con su escopeta, no sabe que todas las codornices del mundo
forman un alma colectiva. Y que si se agrede o se mata a uno de sus miembros,
todos los otros miembros se ven afectados en el dolor y en el sufrimiento. El
cazador no sabe que todos los volátiles, forman a su vez un alma colectiva. Que
todos los animales forman un alma colectiva. Que todos los seres humanos junto
con todos los animales forman un alma colectiva. De esta manera, esa codorniz
que termina siendo abatida por el arma del cazador, influye directamente en la
salud y en el equilibrio del propio hijo del que esta alegremente cazando.
La sensación era como si el
patrón energético de la Tierra hiciera
justicia.
Si un humano caza a un
animal por diversión. La tierra devolverá la jugada matando en un tsunami a
unos cuantos desafortunados.
Como he dicho al principio,
primero fue el efecto y luego la causa. Estaba predestinado.
Ese cazador es un mero peón
en el destino tanto de la tierra como de la Humanidad.
No juzgo sus actos, creo que
hace lo que tiene que hacer en el momento preciso.
Pero lo que también creo, es
que este testimonio, hará que muchos cazadores, cuando cojan sus armas y se
dispongan a cazar, bien por deporte o diversión. Recuerden el tsunami de Indonesia,
el volcán de Sicilia, los terremotos de México. Y, automáticamente, suelten el
arma.
En el futuro en vez de ir de caza, irán a meditar, a plantar un árbol o a cuidar
el ecosistema. Probablemente dentro de 10 o 20 años, habrán desaparecido los
desastres naturales.
Porque también está en el
destino, que el ser humano, se integrará con la naturaleza y la hará suya.
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